Sapiens... ¿de qué?

VINO AMARGO

domingo, 22 de noviembre de 2009



 
Como decía Farina en su gran éxito de gasolinera: "Vino amargo es el que bebo por culpa de una mujer...". Yo siempre he tenido una especial devoción por los alimentos vivos: el yogur (o yogurt, yogourt, yogour, yoghurt, yugurt...que mira que tiene nombres, le pasa como a mí, que me llaman Manolo, Manuel, Manel, Manolito, Manolillo, Manolete, Lolo, Manu, por teléfono...), pues eso, el yogur, las ostras, el kéfir y el vino. La visita a una bodega es como la visita a un centro de fecundación y maternidad. La llegada de las uvas a la prensa, ese perfume de mosto, gasoil del tractor, la humedad del septiembre y el continuo trajinar del bodeguero. Esa primera fermentación, donde los hollejos se desnudan de aromas, sabores y esencias en favor del líquido elemento. Ese cuidado continuo del bodeguero para dejar ese esbozo de vino en su punto, ni muy ni poco ni mucho ni nada. Esas narices capaces de oler frutos del bosque, toques de canela, esencias de tostado, aromas de café (acostumbrados como estamos en esta sociedad solo a oler el gas, el café y los aromas de otros cuerpos, lo que nos perdemos aquellos que aun teniendo nariz, no sabemos oler).


El toque final aparece cuando dos elementos nobles rozan sus cuerpos: la madera y el vino. Lamas de roble acunan el vino durante meses en barricas que protegen, intercambian y dejan respirar a un vino que descansa ajeno a la luz, al calor, a los gritos y al devenir de acontecimientos. Si y solo si el bodeguero asiente el vino pasará a botella a esperar, tras otra larga siesta, una boca que lo cate, unas manos que lo acaricien.


Por tanto vaya este humilde homenaje (aunque a nadie le importe) a esa gente que se desvive por los brotes tiernos de las viñas, por si llueve o deja de llover, por cuanta azucar lleva este año la uva, por el seguro del tractor, por la primera fermentación, por esas barricas que ya tienen un tiempo, por cuadrar sus numeros y salir adelante, por como saldrá la añada, por como está el mercado y, sobre todo, como hacer cuadrar el poder vivir dignamente con seguir produciendo esos caldos que acompañan entrecots y mejoran el alma. A los bodegueros, a los agricultores, al mundo del vino, gracias por ser, gracias por estar.

Un abrazo. Llama cuando llegues. Manolo
 

LOS HOMBRES-SETA

martes, 3 de noviembre de 2009


Los hongos son unos seres vivos la mar de chulos. Se pegan todo el año serpenteando sus micelios por los undergrounds de los bosques, prados y demás paisajes bucólicos para que, cuando les interesa por la conjunción temperatura-calor-luz, se reconvierten cual Transformers en organos reproductores para asegurar la descendencia, dandole así vida a las tan deseadas por expertos como temidas por ignorantes SETAS DEL BOSQUE. La gran pregunta viene a ser ¿y durante el año, que caracoles hacen los hongos? Pues vegetar (aunque no son vegetales), esto es, vivir del cuento en simbiosis con otras plantas, aprovecharse de las humedades que el bosque le ofrece y rascar minerales de piedras y terruños.


Existe un tipo de gentes que son como los hongos ("¿chulos?", no ahora lo explico no más). Son gente que durante un periodo de tiempo inter-algo (inter-elecciones, inter-oposiciones, inter-copas, inter-fiestas) vegetan manteniendose vivos gracias a un parasitismo "de renta" psiquico y físico de parientes, amigos, amiguetes, colegas, conocidos y demás alimañas. Solo cuando se produce una conjunción econòmia-poder-rencor-loquepudeserynofui se alzan en salvadores del mundo, guerreros de causas perdidas, superheroes de calzoncillos por fuera, luchadores del planeta Tierra, misioneros de límpida ética y pero moral, solo ante esta conjunción surgen como SETAS DE CIUDAD. Sus armas son el descrédito, la falta de memoria historica, el discurso fácil, algún rayo cósmico, los altavoces mediáticos, las mentes sin moldear y el grito huracanado de Maguila Gorila.


En la historia de la humanidad este tipo de hombres-seta han existido siempre. pero estos HOMBRES-SETA, al igual que las SETAS DEL BOSQUE, lo importante no es que existan, es que aprendamos a reconocerlos para, si s'escau, ignorarlas.