Aunque creo que no ha lugar explicaciones sobre mi silencio bloggiano, doylas con harta satisfacción. Mi ausencia temporal de casa (entraron Benito y Compañia, reformas a domicilio) provocó el empaquetamiento total de mi PC y mi desconexión con este mundo virtual. Ahora ya, con todo en su sitio y los cuadros rectos, me redispongo a seguiros, si no a alegraros, sí a entreteneros (aunque visto lo visto, tampoco se está tan mal sin ordenador, no te vayas tú a creer!!).
Hace un puñado de años, cuando de Pablo Milanes escuchabas aquello de: "el tiempo pasa nos vamos poniendo viejos" se te saltaban los puntos de las risas que nos corriamos. Pegabas un porrazo con la bici, llegabas a casa con las rodillas con más sollauras que un burro cojo (una rótula en el bolsillo, la otra no pudiste desengancharla de la farola), la bicicleta que no sabías si arreglarla o venderla como escultura abstracta, churretones de lágrimas por la cara…y a los dos minutos estabas subiendote a un árbol para pillar un gato o viendo la Heidi columpiarse en los Alpes (eterna pregunta…¿dónde estaba enganchado el columpio de la Heidi?) y zampandote un bollo de boquerones. A ver el guapo que no ha hecho burradas con un resfriado encima: ir a jugar al fútbol con más mocos que un pingüino, a ver la cabalgata de Reyes con dos cirios como la torre Eiffel, salir de fiesta loca con 39º ("sí, ya se que el whisky tiene 40º pero no me refiero a eso, calavera!!!"). Otra característica guay de la juventud es la capacidad de recuperación de huesos, articulaciones y demás trastos esqueletico-musculares. Se te desbocaba el caballo, mordías el polvo, te dislocabas el tobillo, te lo vendaban, a los tres días la venda con más mierda que la entrepierna de una vaca, a los cuatro días le metías una patada a la venda y a hacer la Matagalls-Montserrat (este que os escribe se la ha chupado en tres ocasiones, reto del cual a día de hoy me siento orgulloso/avergonzado (táchese una opción a gusto del lector: la Matagalls-Montserrat consiste en caminar 85 Km en 24 horas, yo a día de hoy aún no se que tachar). Por tanto he llegado a la conclusión (también he llegado a la conclusión que llegar a una conclusión es una forma de obligar a tu cerebro a dejar de pensar sobre ese asunto, por eso he llegado a la conclusión de que yo, al igual que Homer Simpson, nos gusta tanto llegar a conclusiones), pues eso he llegado a la conclusión de que la vida es Yin y Yang (no, no son dos osos pandas, pero lo podrían ser), una dualidad de energía y desenergía, de claro-oscuro, de guay-chungo, de mola-ralla, de duermevelas que hacen que mientras os escribo estas lineas lleve un trancazo resfriaditivo (yin) en mis carnes, un mal ser generalizado (yin), la nariz más irritada que un oso hormiguero en un tunel de lavado (yin), un pecho con más rumores que un colegio de curas (yin) y ni una buena siesta (yang) ni un carajillo de orujo (yang) ni las caricias de mil thailandesas (yang) me hacen ver que, con los años, el yin toma fuerza ante el yang ( o eso o es que me estoy volviendo muy flojo, tu verás!!!). Y vuelvo a recordar a Pablo: "el tiempo pasa nos vamos poniendo viejos…"
Un abrazo. Llama cuando llegues. Manolo
Hace un puñado de años, cuando de Pablo Milanes escuchabas aquello de: "el tiempo pasa nos vamos poniendo viejos" se te saltaban los puntos de las risas que nos corriamos. Pegabas un porrazo con la bici, llegabas a casa con las rodillas con más sollauras que un burro cojo (una rótula en el bolsillo, la otra no pudiste desengancharla de la farola), la bicicleta que no sabías si arreglarla o venderla como escultura abstracta, churretones de lágrimas por la cara…y a los dos minutos estabas subiendote a un árbol para pillar un gato o viendo la Heidi columpiarse en los Alpes (eterna pregunta…¿dónde estaba enganchado el columpio de la Heidi?) y zampandote un bollo de boquerones. A ver el guapo que no ha hecho burradas con un resfriado encima: ir a jugar al fútbol con más mocos que un pingüino, a ver la cabalgata de Reyes con dos cirios como la torre Eiffel, salir de fiesta loca con 39º ("sí, ya se que el whisky tiene 40º pero no me refiero a eso, calavera!!!"). Otra característica guay de la juventud es la capacidad de recuperación de huesos, articulaciones y demás trastos esqueletico-musculares. Se te desbocaba el caballo, mordías el polvo, te dislocabas el tobillo, te lo vendaban, a los tres días la venda con más mierda que la entrepierna de una vaca, a los cuatro días le metías una patada a la venda y a hacer la Matagalls-Montserrat (este que os escribe se la ha chupado en tres ocasiones, reto del cual a día de hoy me siento orgulloso/avergonzado (táchese una opción a gusto del lector: la Matagalls-Montserrat consiste en caminar 85 Km en 24 horas, yo a día de hoy aún no se que tachar). Por tanto he llegado a la conclusión (también he llegado a la conclusión que llegar a una conclusión es una forma de obligar a tu cerebro a dejar de pensar sobre ese asunto, por eso he llegado a la conclusión de que yo, al igual que Homer Simpson, nos gusta tanto llegar a conclusiones), pues eso he llegado a la conclusión de que la vida es Yin y Yang (no, no son dos osos pandas, pero lo podrían ser), una dualidad de energía y desenergía, de claro-oscuro, de guay-chungo, de mola-ralla, de duermevelas que hacen que mientras os escribo estas lineas lleve un trancazo resfriaditivo (yin) en mis carnes, un mal ser generalizado (yin), la nariz más irritada que un oso hormiguero en un tunel de lavado (yin), un pecho con más rumores que un colegio de curas (yin) y ni una buena siesta (yang) ni un carajillo de orujo (yang) ni las caricias de mil thailandesas (yang) me hacen ver que, con los años, el yin toma fuerza ante el yang ( o eso o es que me estoy volviendo muy flojo, tu verás!!!). Y vuelvo a recordar a Pablo: "el tiempo pasa nos vamos poniendo viejos…"
Un abrazo. Llama cuando llegues. Manolo
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