Como decía Farina en su gran éxito de gasolinera: "Vino amargo es el que bebo por culpa de una mujer...". Yo siempre he tenido una especial devoción por los alimentos vivos: el yogur (o yogurt, yogourt, yogour, yoghurt, yugurt...que mira que tiene nombres, le pasa como a mí, que me llaman Manolo, Manuel, Manel, Manolito, Manolillo, Manolete, Lolo, Manu, por teléfono...), pues eso, el yogur, las ostras, el kéfir y el vino. La visita a una bodega es como la visita a un centro de fecundación y maternidad. La llegada de las uvas a la prensa, ese perfume de mosto, gasoil del tractor, la humedad del septiembre y el continuo trajinar del bodeguero. Esa primera fermentación, donde los hollejos se desnudan de aromas, sabores y esencias en favor del líquido elemento. Ese cuidado continuo del bodeguero para dejar ese esbozo de vino en su punto, ni muy ni poco ni mucho ni nada. Esas narices capaces de oler frutos del bosque, toques de canela, esencias de tostado, aromas de café (acostumbrados como estamos en esta sociedad solo a oler el gas, el café y los aromas de otros cuerpos, lo que nos perdemos aquellos que aun teniendo nariz, no sabemos oler).
El toque final aparece cuando dos elementos nobles rozan sus cuerpos: la madera y el vino. Lamas de roble acunan el vino durante meses en barricas que protegen, intercambian y dejan respirar a un vino que descansa ajeno a la luz, al calor, a los gritos y al devenir de acontecimientos. Si y solo si el bodeguero asiente el vino pasará a botella a esperar, tras otra larga siesta, una boca que lo cate, unas manos que lo acaricien.
Por tanto vaya este humilde homenaje (aunque a nadie le importe) a esa gente que se desvive por los brotes tiernos de las viñas, por si llueve o deja de llover, por cuanta azucar lleva este año la uva, por el seguro del tractor, por la primera fermentación, por esas barricas que ya tienen un tiempo, por cuadrar sus numeros y salir adelante, por como saldrá la añada, por como está el mercado y, sobre todo, como hacer cuadrar el poder vivir dignamente con seguir produciendo esos caldos que acompañan entrecots y mejoran el alma. A los bodegueros, a los agricultores, al mundo del vino, gracias por ser, gracias por estar.
Un abrazo. Llama cuando llegues. Manolo